Sentado en el inodoro de su casa de Yolombó, Antioquia, Carlos Mario Gallego descubrió qué quería ser en la vida. Antes de limpiarse con un trozo de papel periódico vio impresa la tira cómica de Eneas y Benitín. Y supo que quería ser caricaturista.
Su nombre puede ser puesto sin temor al lado de Rendón, Osuna, Caballero y Obregón, pero la obra de su vida ha sido, sin duda, la interpretación de Tola y Maruja. Carlos Mario se convirtió él mismo en una caricatura, la de la vieja chismosa que existe en el imaginario colombiano. Así, dos hombres vestidos de mujer, dos travestis para ser más precisos, han sido quizá los exponentes más sofisticados del humor en Colombia, un país que se ha caracterizado por el humor paupérrimo de Sábados Felices y un puñado de stand up comedies poco emocionantes.
‒A ver: ¿Lo que usted insinúa amigo periodista es que yo, o Tola, debemos salir del closet? Uno tan viejo ya no sale del closet sino del chifonier… o del escaparate… Y sale “pasao” a naftalina… ¿Usted también tiene la impresión de que Tola y Maruja son simplemente dos travestis viejos? Ojo con eso… ‒responde Carlos Mario a esta acusación. Y de esa manera responde a muchas preguntas. La vida íntima de Tola y Maruja es un secreto. Nunca hay una respuesta seria a nada, quizá porque no son capaces de responder sin bromas o para evitar que sus vidas personales intervengan en la credibilidad de sus personajes.
¿Quién es el genio detrás de Tola y Maruja? Los trabajos creativos conjuntos siempre se han prestado para este debate. Chespirito ha sido quizá el más ejemplar, donde los actores han exigido regalías por sus aportes al personaje. Pero lo cierto es que Marujas ha habido dos. Tola sólo una.
Carlos Mario Gallego con Sergio Valencia, el primer Maruja.
‒¿Por qué se la montaron tanto a Uribe? Es el mejor presidente de la historia… Metió a todos los corrutos a la cárcel, queliace que se quedara sin amigos.
Sergio Valencia fue la primera Maruja. Él comenzó a hablar como viejita chismosa con Carlos Mario en Tronquitos, la cafetería de la Universidad de Antioquia. Es difícil determinar quién creó a quién, cuál idea fue de Carlos Mario y cuál de Sergio. En 2004 Carlos Mario le pagó los derechos a Sergio por el personaje y así resolvieron las diferencias. La separación ha suscitado varias versiones, desde peleas por dinero hasta líos de faldas.
‒¿Qué ha sido lo más feo que le ha hecho Maruja? Por ahí dicen que han tenido líos de faldas ‒le pregunto a Tola.
‒Me hizo una que yo le perdoné porque mi Dios es muy grande, porque me paso de noble… Cómo te parece que nosotras teníamos como jobi subir los sábados a La Calera a recoger boñiga pa las matas…Y un día íbamos por un potero buscando y yo alcancé a ver una plasta divina, seca, como pa jugar frisbi, y la agalluda de Maruja la pañó pa ella.
‒¿Qué le hace falta de Uribe? Ser alcalde de Bogotá pa que imponga la movilidá en caballos, aprovechando las trochas que deja Samuel.
Desde 2008, Maruja es interpretada por Luis Alberto Rojas, con tal maestría que a Sergio ‒que en la actualidad es socio de Palinuro, quizá la mejor librería de Medellín– todavía le preguntan si continúa con su papel de Maruja.
‒Dicen que Maruja se hizo una cirugía plástica en 2008. ¿Es verdad? ‒le pregunto a Tola.
‒Muy cierto… Figurate que Maruja fue a que el cirujano le quitara las bolsas de los ojos y el tipo le hizo dos chambas que ni te cuento… Y la pobre Maruja le hizo el reclamo: Dotor, yo vine a que me quitara las bolsas, no a que me les pusiera cremallera.
‒¿Qué detalle de la entrevista con Santos usted no mostró al aire? Cuando lo pusimos a leer de corrido… Pero te aclaro, nosotras no tuvimos nada que ver con lo que salía al aire del Noticiero NPI…Eso lo editaban a los machetazos y botaban lo mejor.
En 2008, durante el Festival Malpensante, Carlos Mario hizo una obra él solo llamada Tola esperando a Maruja, donde demostró que, con el perdón de las Marujas ‒y la admiración de sus dos excelentes interpretaciones‒, Tola siempre ha llevado la batuta del show.
Para que Carlos Mario se convirtiera en Tola, primero tenía que ser Mico, el caricaturista. Así le decían en su casa, porque no se quedaba quieto. Los profesores del colegio Liceo Aurelio Mejía, en Yolombó, Antioquia, no podían regañarlo por las caricaturas en que los ridiculizaba. Eran muy buenas. Carlos Mario era el sexto hijo de nueve de una pareja humilde. Su papá, Carlos Enrique, era relojero, y el pequeño Mico aprendió de él a arreglar relojes, en especial los de bolsillo y leontina que el Ferrocarril de Antioquia le encargó a hacer a una fábrica de relojes suizos.
‒¿Quién tiene la razón, ¿Piedad o el procurador? El Procurador, claro… El dotor Ordóñese es un caballero a carta cabal, y tan honesto que ni siquiera tiene costillas falsas… Nosotros lo visitamos en su vivienda y vieras como mantiene de organizada la caverna.
A los ocho años sus papás se divorciaron, y una parte de la familia se fue a Medellín con la mamá, Libia.
‒Quedé a la deriva. Fue una etapa de ingrata recordación y una pobreza que me llevó a pedir sobrados en las casas. La pobreza lo encuentra a uno donde esté. Tiene un GPS que no falla ‒afirma Carlos Mario.
Mico entró a la Universidad de Antioquia a estudiar periodismo, donde siguió con la costumbre de dibujar a sus compañeros y profesores. Se volvió tan popular que creó un periódico mural donde todos publicaban sus caricaturas y artículos de manera anónima.
‒¿Cuál fue la última película que vio en cine? Marcelino pan y vino, en compañía de Álvaro Uribe.
Al mismo tiempo, empezó a buscar su entrada a los medios. Trabajó en Medellín Cívico, un periódico de Hernando Gaviria, tío de Pablo Escobar. Hay quienes dicen que Carlos Mario hablaba de que el narcotráfico era una forma de democratización de la riqueza, y se burlaba de manera constante del comportamiento de los ricos en la cafetería de la universidad y en los cafés y bares bohemios que frecuentaba con Elkin Obregón, su maestro y mayor influencia. Esa era su forma de rumba: sentarse a oír música y hablar. Nadie lo recuerda bailando. Nadie lo recuerda muy borracho. Nadie recuerda sus mujeres. Todos los recuerdan siempre con un libro entre manos, El asesinato como una de las bellas artes, de Thomas De Quincey, Alicia en el País de las Maravillas o alguno de Truman Capote. Era feo pero encantador, repiten varias compañeras de su universidad. Ana Piedad Jaramillo recuerda una carta que le envió y que ella no sabe si era de amor. Decía que le gustaban las mujeres con las piernas de Demi Moore y los ojos de Elizabeth Taylor, pero que en verdad a él le gustaban los perros “lanetas” ‒Ana Piedad, la actual directora del Museo de Antioquia, tiene el pelo crespo‒.
‒¿Cuál fue el último libro que leyó? Yo no me gusta la lectura porque o me duermo o me desvelo.
‒Hablé con algunos amigos suyos de la Universidad de Antioquia. Recuerdan que no era bailarín, ni mujeriego, ni borracho, que era un gran conversador. ¿Qué tan ciertas son esas apreciaciones? ‒le pregunto a Carlos Mario.
‒¿O sea que yo era una pelota? Lo peor es que lo sigo siendo.
Un día de 1979, Carlos Mario envió al periódico El Mundo una columna de opinión bajo el nombre de “Julián Gagallé”, en honor a un hermano difunto que también dibujaba, era tartamudo y pronunciaba de esa manera el apellido Gallego. Darío Arizmendi, el director del periódico, la encontró tan bien escrita que creyó que era de Daniel Samper Pizano. Así entró Carlos Mario a El Mundo, pero años después una columna le costó el puesto. En ella parodió la muerte de un hermano del presidente Belisario Betancourt.
‒El gobierno Santos está como aburridor, ¿no? Qué gobierno tan bueno, qué pereza… Es el presidente perfecto: de familia caché, no es mal genio y los hijos son malos pa los negocios.
Luego trabajó como columnista en El Colombiano, y también creó junto a Sergio Valencia la revista Frivolidad, que duró tan sólo cinco números. Hay personas que dicen que fue por crisis financiera y otros por amenazas.
‒Nos amenazaron, nos dijeron que si continuábamos con la revista nos podría pasar lo mismo de la revista Cambio. No recuerdo bien si nos dijeron que nos quebraban o que nos quebraríamos. Ocurrió lo segundo ‒dice Carlos Mario.
‒¿Y ha recibido amenazas de muerte por culpa de Tola? ‒le pregunto.
‒Amenazas no, pero sí sueldos…
Algunos dicen que Carlos Mario es tímido, pero no logran explicar qué tipo de timidez tiene un hombre que le ha dicho al ex presidente Uribe “usted sin poder para qué le vamos a contestar el teléfono, no tiene ni notarías para darnos”; o preguntarle a Juan Manuel Santos qué sintió cuando fumó marihuana y que si fumaba con Pachito.
http://www.youtube.com/watch?v=08L-893LrxA
‒¿Sabía que los mejores humoristas son tímidos? ‒responde Carlos Mario‒. No sé qué tan bueno soy, pero los malos humoristas se reconocen porque son muy animados en las fiestas y generalmente son una cajita de música. Es cierto, soy muy tímido. Y me preocupa, porque la timidez es una manifestación taimada del orgullo.
Ese arrojo de Tola y Maruja en sus entrevistas no tiene nada que ver con Carlos Mario ni Luis Alberto. De hecho, a la gente le sorprende que cuando ellos hablan de Tola y Maruja se refieren en tercera persona, como si fueran entes independientes. Por ejemplo, el equipo del programa de televisión El Radar se sorprende de que siempre, incluso detrás de cámaras, están en el papel.
‒¿Es cierto que Tola y Maruja entran y salen de Caracol Televisión como Tola? ¿Dónde se visten?
‒Eso es falso de toda falsedad… ¿Se los dijo Pachito Santos en radio, cierto? Espero una rectificación o los llevaré a los tribunales, asesorado por Samper.
La improvisación de Carlos Mario y Luis Alberto Rojas es nula. Todo es escrito durante horas en el computador, después de ver y leer noticias.
‒Se nota cuando improvisamos porque nos da risa. Se sabe que solamente el que está muy preparado puede improvisar ‒dice Carlos Mario.
¿Tola y Maruja son periodistas? Quizá esa respuesta tarde miles de años en ser resuelta. Sin embargo, estos travestis encubiertos bajo un paraguas tienen la capacidad de decir lo fatal de la realidad nacional con el edulcorante del humor, y de hacer las preguntas que nadie se atreve a hacer en la República Mojigata de Colombia. Así las cosas, a nadie le importa que sean o no periodistas.
Este es el último fin de semana de la presentación de Los diez más pobres del mundo con Tola y Maruja, en el Teatro Ástor Plaza de Bogotá (calle 67 con 11).
‒¿No le han ofrecido ningún puestico en el gobierno Santos? A la Casa de Nariño (antes Casa de Nari) ya no dejan arrimar paisas…Estamos pensando en cambiarnos el nombre: Rola y Maruja.
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