Escrito por Francisco Argüello
No es un muerto cualquiera en el Cementerio Central de Neiva (Huila). El ex guerrillero Saúl Quintero, o ‘el hermano Saúl’, como le llaman, hace milagros.
Devuelve seres amados, cura enfermedades, alienta leprosos, levanta negocios y hasta destruye enemigos. El precio: un par de oraciones con promesa incluida, cuenta William Barreiro, administrador del campo santo. “Con magia blanca o negra pero sirve, según la gente”, añade.
Lo que queda de sus restos reposa en la parte de atrás del cementerio, lugar tenebroso, oscuro, húmedo, cobijado por frondosos árboles de almendros. Un sitio donde hasta hace treinta años sepultaban ‘chusmeros’, masones, suicidas y lo más cruel y detestable de la sociedad neivana.
Su tumba no tiene forma. Está copada por decenas de placas metálicas en mármol y madera donde le agradecen favores recibidos. “Acción de gracias al hermano Saúl”, “Gracias por devolverme a mi ser amado”, “Mis ojos pueden ver, mis oídos escuchar gracias a ti hermanito Saúl. (Marzo 12 de 1994)”, dicen algunas de las leyendas que se descuelgan de la sepultura. La lluvia amaga con borrarlas. Contarlas llevaría horas.
La tumba de Saúl Quintero permanece cubierta de flores y rodeada de placas de agradecimiento.
Flores multicolores, vasijas de plástico atiborradas de agua e imágenes de brazos y manosdan fe de lo milagroso que resultó ser Saúl, un sanguinario guerrillero -conocido entonces como ‘pájaro’- que se movilizó con sus armas por Teruel (Huila), su tierra natal.
“Marzo 23 de 1939 - diciembre 5 de 1965”, dice una placa sobre su bóveda señalando que falleció a los 26 años. “Le llamaban el ‘renco’ por una enfermedad sufrida desde su niñez”, cuenta el mismo escrito. Camilo Muñoz, Diego Armando Maradona (se desconoce si es el famoso futbolista), Alberto Marín, Andrés Garcés, Aldo Idalgo, entre otros, los seguidores. Carteras con monedas, la Virgen de Aránzazu y el carné estudiantil de Paula Andrea Fierro, alumna de segundo grado de un colegio público de Neiva, entre los objetos que acompañan a Saúl.
“¿De qué murió?”, pregunta Ana Julieta, una anciana que llega por primera vez a su tumba. “Lo asesinaron. La Policía le pegó siete tiros tras meses de búsqueda”, responde otro hombre, quien prefiere no decir su nombre. Perteneció al Ejército en Bogotá, la Policía, pero después robó el arma de dotación e ingresó a ‘Los Pájaros’. Ejerció un poder incalculable en el Huila. Quitaba y ponía presidentes de junta y controlaba el orden, la salida y entrada de pobladores.
El guerrillero del Cementerio Central es el más taquillero, resume Barreiro. Recibe diariamente entre 15 y 40 visitas. Llevan hasta niños y soban sus pies en el tronco del árbol que cubre la bóveda para que caminen pronto. Ancianos y mujeres son sus principales fieles. Su familia, no tanto.
Eneida Constanza Quintero, su sobrina -de sus pocas familiares- se alegra de que lo idolatren, pero no cree en sus milagros.
Quintero llegó a ser un personaje muy influyente en el Huila durante los años cincuenta.
“Soy psicóloga y docente, no creo que un muerto tenga ese poder. Respeto a quienes les hacen rituales, pero soy escéptica. Creo que si tenemos alma, debe descansar”, y añade: “no me gusta que lo alumbren y le hagan rituales feos. Menos que le pidan cosas horribles”.
¿Era un guerrillero malo? “Es difícil responder porque soy su sobrina así esté muerto”, dice la mujer, docente de una escuela de la vereda El Placer, de Santa María.
Aparte de su venerada tumba, oscuras y desteñidas cartas escritas con el puño y letra del guerrillero aún se conservan.
“Mamá estoy preocupado por ti. No quiero que sufras por mi ausencia. No quiero ser malo, no he olvidado los principios y valores que me enseñaste. Debes ser buena vecina, te estiman por ser mi madre (…)”, decía entre líneas el hoy difunto, mientras prestaba servicio militar.
Laura María Quintero, madre del guerrillero, recibió mercados y apoyo económico por los milagros del hijo. Hace 13 años murió. Y fue ahí cuando se conocieron las pertenencias del hoy milagroso.
Un cuarto oscuro, tenebroso, que vivía bajo llave en Palermo, Huila, donde fue criado Quintero, fue visitado por Eneida (sobrina). “Me picó un alacrán, dije que iba a botar las viejeras que habían allí y encontré el secreto: fotos y cartas de mi tío”.
‘El Pájaro’ es más admirado que Reynaldo Matiz, el primer sindicalista del país, periodista y quien llevó el hielo al sur del país. Es su vecino de sepultura. A él nadie lo visita y su tumba se cae a pedazos.
Antes de entrar al grupo guerrrillero 'Los Pájaros', Quintero perteneció al Ejército y a la Policía.
El segundo en el ranking de los milagrosos es un médico, Álvaro Hernando Moncaleano, sepultado en la mitad del campo santo. Su esposa le pegó dos tiros y lo asesinó por celos el 21 de septiembre de 1976. Desde entonces se dice que hace milagros.
Decenas de placas bordean su tumba, además de fármacos y recetas de medicinas que llevan algunos médicos que creen en sus milagros. “‘Monquita’ era el médico de los pobres”, expresa Ana Luz Quintero. El difunto la alivió de un ‘mal postizo’ (hechicería), relata. “Mi garganta está curada. Gracias por el favor recibido. Julieta Martínez, marzo de 2005”, dice otra mujer.
“Cura enfermedades que los médicos no pueden”, concluye William Barreiro.
Rodrigo Cabrera es el tercer milagroso. Murió producto de un tiro en su cabeza. A sus 18 años, y después de su fallecimiento, se volvió uno de los más visitados del cementerio.
Quienes lo veneran, ganan chances. Mezclan las fechas de muerte y nacimiento del joven (mayo 18 de 1989-marzo 6 de 2007) y ganan premios gordos de los juegos de azar.
“Te recordaremos porque has sido el ser más hermoso que Dios nos dio”, dice la lápida que colocó su familia.
Los tres muertos más taquilleros del central dejaron en el olvido a grandes personajes del Huila: Gerardo Cándido Leguizamo (luchó en la guerra de los mil días), José Antonio Cuéllar Rumichaca (Rey de la rajaleña), entre otros.