Frases como “la vida da segundas oportunidades”, y “uno se forja el camino que labra” son utilizadas muy a menudo, y pareciera a veces que pierden su sentido. Sin embargo, cuando el protagonista de esta historia ha bajado hasta el mismo infierno, y hoy día es el gran ejemplo e ilusión de muchos, cobran un nuevo significado.
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De hecho, Martín*, el héroe del presente relato, usa estas frases a modo de consejo para muchos que por culpa de las circunstancias renuncian a todo.
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Día a día trabaja en su máquina de coser confeccionando chaquetas en un barrio periférico de Bogotá, ocultando su historia, llena de sangre y dolor.
Martín en su juventud creció al lado de su familia en un área rural del Caquetá, una zona con alta presencia de las Farc, por lo que ya estaba acostumbrado al paso de la insurgencia por su vivienda y al trato con ellos.
Fue allí cuando a punta de falsas promesas decidió ingresar a sus 24 años a las filas del Frente Primero de las Farc. “Me hablaron del tema, que le iban a colaborar a mi familia, y acepté. Pero después me di cuenta que todo eso era mentira”.
Martín relató que al ingresar a las filas de la guerrilla recibió un adoctrinamiento bastante riguroso. “Allá uno llega y le dan mucho reglamento, estatuto, norma; se lee muchos convenios, conferencias de la guerrilla. Se entera uno de toda la situación política, económica y social del país y a nivel internacional. Esa ideología a uno lo va atrayendo, porque es la lucha por la igualdad social y económica de los pueblos”, aseguró.
Sin embargo, se desencantó cuando vio que algunos líderes guerrilleros iban sólo tras unos intereses lucrativos o personales, y especialmente habló de uno de los subversivos más recordados en la historia reciente del país.
“El que estaba al frente de ese frente (Primero) era alias César, y quien supuestamente se había vendido por 50 mil millones de pesos. Él fue quien se voló con Ingrid Betancur y los militares de Estados Unidos”, dijo.
Al respecto Martín señaló que muchos líderes de la guerrilla consiguen riqueza pero es “el pobre campesino es que el coloca el pecho en la guerra”.
Al poco tiempo, a punta de disciplina y lealtad, Martín es ascendido en el Frente Primero y es nombrado comandante de escuadra, y su función es repeler y emboscar a las unidades militares que hacen presencia en esa zona.
No obstante, él mismo relata las penurias de la vida y el combate en la selva. “En realidad la vida armada es muy dura; hay momentos de incertidumbre, aguantar hambre, cansancio, estrés, enfermedades, así como maltratos de los mismos guerrilleros que uno comanda o de los mandos superiores y con ellos uno tiene que aguantarse”, relató.
Describió cómo las enfermedades merman la voluntad y capacidad de los guerrilleros. “Allá en la selva hay muchas enfermedades como la leishmaniasis, paludismo, neumonía por dormir en el piso frío de la selva, aunque por lo general a uno le dan una hamaca para dormir. Yo mismo padecí las consecuencias de la leishmaniasis y paludismo”, indicó.
De igual manera, afirmó que en la zona de su influencia pedían la colaboración económica de empresas y personas adineradas, pero cuando no aceptaban venían las extorsiones o amenazas.
Sin embargo, la historia de Martin estaría por dar un giro drástico. A los nueve años de estar en las filas de las Farc ocurrió un fatídico hecho que marcaría toda su vida.
“En esa ocasión me trasladaron del Caquetá a los límites con el Meta y el Guaviare. Estando en la cordillera oriental y recorriendo el sector con seis guerrilleros en una misión, hacia las diez de la mañana fuimos donde había una remesa guardada pero el lugar estaba fortalecido con explosivos. Aunque nosotros no sabíamos, en ese momento uno de los guerrilleros pisó una mina, le estalló en el pie y se lo voló. Entonces me preocupé y fui a sacarlo, y en ese momento pisé otra mina y perdí mi pie. Al ver lo que ocurrió, los otros compañeros salieron corriendo”, indicó.
Fue un momento crítico, pero Martín tuvo -por así decirlo- una revelación que lo impulsó a no rendirse. “Cuando me estalló la mina, pensé que ahí terminaba todo para mí, alcancé a caminar tres pasos cuando me di cuenta que no sentía el pie, el fusil se me cayó de las manos, y saqué la pistola y pensé en acabar mi vida. Sin embargo, algo o alguien en esa selva, una voz me dijo que siguiera adelante en la vida porque vendrían más oportunidades”, afirmó.
Martín relató que se arrastró unos 200 metros en el suelo, y después vinieron unos guerrilleros a rescatarlo. “Me hicieron curación, me dieron medicinas, y después me hicieron la amputación”.
Poco tiempo después, Martín salió de la selva rumbo a Bogotá para buscar una prótesis, desconociendo el futuro que le esperaba. “Cuando vine a la ciudad me encontré a un compañero que se había desmovilizado y me comentó los beneficios de la reinserción, pero yo no le creía. Sin embargo, decidí acogerme al programa ya que no veía un futuro promisorio en las filas por mi discapacidad”, aseguró.
No obstante, su preocupación creció por haber abandonado la guerrilla y las posibles retaliaciones que vendrían en su contra, aunque recibió buenas noticias al respecto. “Cuando decidí desertar de la guerrilla, supe a través de unos excompañeros que los mandos superiores vieron que fue la mejor opción que pude haber tomado, porque así discapacitado iba a ser una carga más bien para ellos”, dijo.
Martín relató que en el tiempo que estuvo en las filas de las Farc vio a muchos combatientes desertar, por enfermedad, otros porque se cansan de la vida en la selva, y algunos porque han sido amenazados y por su indisciplina los iban a fusilar.
De esta manera, Martín pudo obtener por fin la tan anhelada prótesis a través de la Agencia Colombiana para la Reinserción. También a través de la Agencia terminó su bachillerato, pues apenas contaba con quinto de primaria.
En ese tiempo Martín se fue a vivir a un albergue donde habitaban otros reinsertados y recibió un subsidio mensual de 450 mil pesos por cuatro años, con la condición de seguir estudiando, condición que siguió al pie de la letra pues estudió un técnico en el Sena para confeccionar ropa exterior, y hasta alcanzó a estudiar tres meses mantenimiento de maquinaria industrial.
Gracias al estudio realizado y un curso de emprendimiento que también hizo, la Agencia Colombiana para la Reinserción le ayudó a montar su propia microempresa en la que confecciona chaquetas, aunque apenas le pagan siete mil pesos por prenda, la cual es vendida en el comercio a cuarenta mil.
De hecho, está buscando dos personas que tengan conocimiento en confección de ropa para darles trabajo, pues su microempresa está integrada por tres máquinas de coser. Martín dice que su aspiración es montar una fábrica de sólo camisas.
Con orgullo también comenta que logró comprar su propia casa gracias a que vendió el lote donde habitaba antes de ingresar a la guerrilla, y allí tiene su microempresa.
De otro lado, una de las grandes pasiones y satisfacciones de Martín ha sido ayudar a otras personas en situación de discapacidad, y en esa línea fue voluntario, junto a otro desmovilizado, pero de los paramilitares en la Fundación Fides, que ayuda a niños con discapacidad. De hecho, en su momento fueron los únicos discapacitados haciendo esa clase de voluntariado.
Asimismo, Martín también ha participado en varias carreras que se han llevado a cabo en Bogotá como la 11K y la Nike, donde han corrido varias víctimas de minas antipersona.
Frente a uno de los temas de mayor trascendencia en el país, como es el proceso de paz, aseguró que va por buen camino, aunque fue sincero al afirmar que no se van a resolver los grandes temas en los que hay desigualdad como la educación, la salud y el campo.
Hoy día Martín está dedicado por completo a confeccionar chaquetas en su casa, por lo que no ha podido volver a la fundación Fides y participar en carreras. Allí en su casa vive con su compañera sentimental y sus dos hijos pequeños.
Por último, les envió un mensaje a los guerrilleros que siguen combatiendo para que se desmovilicen, pues según dijo hay muchas oportunidades para ellos y sus familias de ser productivos para la sociedad, dejando a un lado las armas y la sangre.
El guerrillero que dejó las armas por una prótesis y otra oportunidad de vida
Lun, 06/04/2015 - 14:58
Frases como “la vida da segundas oportunidades”, y “uno se forja el camino que labra” son utilizadas muy a menudo, y pareciera a veces que pierden su sentido. Sin embargo, cuando el protagonis