El fotógrafo que más ha retratado el infierno de la guerra en Colombia

Lun, 07/07/2014 - 10:50
Twitter: @david_baracaldo

La primera imagen que marcó a Jesús Abad Colorado no pudo ser fotografiada. Tenía unos 17 años, curs
Twitter: @david_baracaldo La primera imagen que marcó a Jesús Abad Colorado no pudo ser fotografiada. Tenía unos 17 años, cursaba décimo de bachillerato y viajaba por primera vez fuera del departamento de Antioquia. Iba de visita a familiares que, 24 años antes, habían sido desplazados por la violencia partidista. Se dirigía hacia Cimitarra, Santander. Salió de Medellín a las 11 de la noche en una flota que lo dejaba en Puerto Berrío, donde debía transbordar para llegar a su destino. Como a las 5 o 5:30 de la madrugada, cuando aún no aclaraba el día, llegó a esa población del Magdalena Medio. Bajó del bus, tomó su equipaje y caminó algunas cuadras buscando el paradero donde abordaría una ruta hacia Cimitarra. En su andar, ante la oscuridad de las calles y la brisa cálida del Magdalena, se encontró con la sede del Partido Liberal del pueblo. La puertas estaban abiertas, la luz tenue encendida y, en su salón, seis ataúdes alineados ante el absorto lamento de acaso un puñado de personas. Era junio de 1984. El día anterior, un grupo paramilitar había cometido una masacre de seis hermanos en la vereda La Culebra de Puerto Berrío. Acribillaron a los miembros de una misma familia, como procurando borrar de la faz de la tierra la sangre del enemigo, aunque allí cayeran inocentes sin filiación política. “Me detuve en esa sede. Me asomé a la puerta y vi esos ataúdes. Muy pocas personas había en ese lugar, pero estaban las fotografías de líderes liberales. Inmediatamente pensé en lo que le pasó a mi familia”, recuerda Jesús Abad sobre una tragedia que, a pesar de lo cruda, seguiría repitiéndose en esa población, en esa región y el resto del país. Si quizá hubiese tenido una cámara fotográfica, habría hecho el primer registro del horror de la guerra en Colombia, que tanto retrataría algunos años después. Jesús Abad Colorado Foto: Secuelas de los enfrentamientos entre guerrillas del ELN y las Farc contra el Ejército durante la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín. Noviembre de 2002. Jesús Abad Colorado no es un fotógrafo y periodista que por los azares de la profesión terminó retratando la violencia. Para comenzar, él y su familia han sido víctimas del conflicto, como muchos otros millones de colombianos. Sus abuelos vivieron en San Carlos, un municipio del oriente antioqueño que alzaba las banderas azules por causa de la odiosa fractura política producto del bogotazo, que obligó a las gentes a definirse como liberales o conservadores. La familia Colorado, no obstante, fue siempre liberal. Los abuelos, tíos y el padre de Jesús Abad fueron varias veces estigmatizados por su ideario ‘cachiporro’, al punto que de la iglesia del pueblo fueron expulsados por el sacerdote local, quien aludía que cualquier liberal no era creyente, sino un comunista no bienvenido en el abrazo cristiano. En agosto de 1960 la ira conservadora se ensañó con su ascendencia. Ingresaron en la madrugada, mientras la familia dormía. Un hombre asesinó en su cama al abuelo de Jesús Abad Colorado. Luego tomaron al otro varón de la casa, apenas un niño, y lo decapitaron. El papá de Jesús Abad y otros de sus tíos no vivían en la casa donde se perpetró la masacre, pero sólo les tomó algunos minutos para enterarse de la desgracia. La abuela, al ver la muerte de su marido y su hijo por tan salvajes métodos, murió de pena moral tres meses más tarde. El resto de la familia huyó del pueblo. Jesús Abad Colorado Foto: Desplazamiento de 4.500 habitantes de los barrios orientales de Medellín. Septiembre de 2003. “Fueron crímenes que se quedaron en el olvido y la impunidad. Lo que rescato es que mi familia nunca optó por la venganza; nunca nos enseñaron a odiar. A esos viejos campesinos, escasamente con la primaria, algo importante que les rescato es que siempre nos enseñaron a ser solidarios, a ser respetuosos con las otras personas”, dice. El padre y la madre de Jesús Abad llegaron a Medellín con sus primeros hijos. El menor de los hermanos estudio bachillerato hasta 1985, y a mediados de 1986 se presentó a la carrera de Comunicación Social en la Universidad de Antioquia, donde fue admitido para comenzar en septiembre. ***** La maldición que no deja de apenar a varias generaciones de colombianos, que tienen que ver cómo la historia de dolor de sus abuelos y padres se repite ante ellos aunque con distintas banderas y protagonistas, le sirvió a Jesús Abad para definir que en su carrera tendría la misión de hacer perpetua la cara fea de la violencia, para ver si con ese mensaje conmovía el alma del espectador y podría poner fin a la infame cadena de desdichas. Sus primeros acercamientos con el periodismo lo hicieron interesarse más por la escritura que por la imagen. “A casa de una hermana mía llegaba el periódico El Mundo, y yo leía a dos personas que para mí fueron fundamentales para acercarme a los derechos humanos desde el periodismo. Leía a dos columnistas: los maestros Héctor Abad Gómez y Alberto Aguirre”. El médico Héctor Abad Gómez fue asesinado en 1987 por sectores paramilitares que criticaban su activismo en favor de los derechos humanos. En 1987 Jesús Abad cursaba el segundo semestre de comunicaciones y sobre Medellín se posaba una nube de terror contra la izquierda política. “Estábamos en una etapa en Colombia de guerra sucia y fuerte contra militantes de la Unión Patriótica y contra los intelectuales, que golpeó muy fuerte a la Universidad de Antioquia. Fueron cerca de 20 estudiantes y profesores asesinados. Ese terror de lo que significaba ser distinto o pensar distinto, me llevó a que desde segundo semestre, estudiando periodismo, pensara en que la fotografía iba a ser mi forma de contar la historia de la sociedad. Le dije desde entonces a mi familia -y a la que era mi novia que es hoy mi esposa-, que me iba a encaminar en el periodismo por el ejercicio de la imagen, para aprender a escribir la historia del país desde la fotografía”, añade. Jesús Abad Colorado Foto: Desembarco de tropas del ejército en Juradó, Chocó, tras el ataque de las Farc contra la base naval que dejó 25 muertos. Diciembre de 1999. Al ver el interés en el joven Jesús Abad, su hermana mayor le regaló su primera cámara, una clásica Contax que llegó a sus manos, según sus cuentas, en 1988. En la universidad también practicó con una cámara Pentax K1000 que les era prestada a los estudiantes para hacer los ejercicios de la clase de fotografía. Fuera de la universidad, Jesús Abad conoció a un fotógrafo de su barrio que trabajaba en el registro de fiestas familiares, primeras comuniones, bautizos y hasta los disfraces más creativos del Halloween. “Ese fotógrafo -recuerda- me prestaba una cámara para que trabajara con él. Me pagaba algo que me servía para ayudar a sostenerme en la universidad. Es un trabajo muy bonito, y le enseña a uno a saber aprovechar lo que el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson llama el ‘instante preciso’. Uno aprende de detalles como que en la primera comunión la foto clave es la del momento cuando le dan la ostia. O el bautismo cuando vierten el agua, o el beso en el matrimonio. Yo quiero mucho a los fotógrafos de pueblo porque valoro su ejercicio de construcción de memoria”. Mientras trabajaba en estas fotografías sociales, Jesús Abad retrataba su entorno en Medellín, la ciudad que se le mostraba a él con un colorido impecable y humano. “Monté luego la exposición ‘El color de las Comunas en Medellín’, un trabajo cultural de un movimiento llamado Barrio Comparsa y que se convirtió en mi primera exposición en la Cámara de Comercio de Medellín, con un trabajo que mostraba otra Medellín distinta a la que hablaban del narcoterrorismo de Pablo Escobar”. Jesús Abad Colorado Foto: Integrante del Bloque Catatumbo de las AUC en Tibú, Norte de Santander. Diciembre de 2004. Esta experiencia poco a poco lo fue acercando con el predestinado camino del foto-reportaje de conflicto. A inicios de 1990 la Universidad de Antioquia recibió dos visitas de candidatos presidenciales de izquierda. Primero el aspirante por la UP, Bernardo Jaramillo. Luego Carlos Pizarro, de la alianza Democrática M-19. En ambos eventos, aprovechando su práctica en retratos y el instante decisivo, Jesús Abad fue uno de los pocos que atestiguó la presencia de los dos líderes que pocas semanas después fueron asesinados. “En la rectoría me llamaron después porque querían tener un testimonio gráfico de la visita de los dos candidatos. Entiende uno que está contando parte de la historia del país. Tiempo después, un profesor de la universidad llamado Víctor León Zuluaga -quien era jefe de redacción de El Mundo- vio esas fotografías y me invitó a hacer prácticas en su periódico. Fui allá dos o tres meses, pero me pusieron a trabajar en las noches en fotografías sociales, que a mí no me gustan mucho. Pero en esas prácticas, recuerdo que me tocó cubrir la noticia de un carro bomba en el Poblado, cerca a una estación de policía. Podría ser ese el primer evento de violencia que cubrí. Son situaciones muy fuertes y dolorosas de eso que hemos llamado el narcoterrorismo”. Jesús Abad salió de El Mundo, terminó sus estudios y comenzó las prácticas en El Colombiano. ***** En mayo de 1992 la guerrilla de las Farc tendió una feroz emboscada a un grupo de soldados que transitaban por la vía que de Medellín conduce al Urabá. Muy cerca de la población de Dabeiba, a la entrada del Cañón de la Llorona, la guerrilla lanzó su castigo armado contra el Ejército y asesinó a catorce efectivos. Dejaron los cadáveres en la carretera frente a la escuela rural del corregimiento de Alto Bonito, a donde llegó como practicante de fotografía Jesús Abad Colorado, del periódico El Colombiano. “Cuando llegué ya habían recogido los cuerpos de los soldados. La carretera estuvo una semana bloqueada por la guerrilla. Cuando entré a la escuela con un colega, vi los uniformes destrozados, las botas, los utensilios marcados con las insignias del Ejército y, al asomarme a la escuela, fue muy fuerte lo que encontré”. El salón de clases abandonado, las sillas en desorden y un tablero roído en sus bordes con textos escritos a tiza que se resistían a borrarse. La última enseñanza que se dejó en las paredes de aquella aula fue la historia de Caín y Abel. “ ..Dios le dijo: la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Tú serás maldito, la tierra no te dará fruto…”. Jesús Abad Colorado Foto: "Era la historia bíblica de cómo Caín, mató a Abel y era también mi primer documento como fotoperiodista sobre la guerra en Colombia. Imaginé a niños y niñas de las veredas cercanas y en el terror y miedo de su regreso al escenario". Escuela de Alto Bonito. Dabeiba, Mayo de 1992 Entonces, desde el principio del principio, nos matamos entre hermanos. “Ese fue el primer hecho que documenté y que fue muy impactante. Era practicante”, recuerda. Su foto fue distinta. El tablero y su mensaje quedaron perpetuados en un negativo de la cámara de Jesús Abad. No era típica la imagen de las botas, de la sangre regada o de la destrucción: era la coincidencia del mensaje que recuerda que desde el origen de los tiempos el asesinato de un hermano es maldito. “…Caín entonces huyó desesperado de perdón y fue infeliz toda su vida”, se leía en el pizarrón. Desde entonces, y por más de 20 años, Jesús Abad Colorado ha obturado miles de veces su cámara encuadrando impresionantes historias de la tragedia colombiana, que como él destaca, golpea siempre al campesino más vulnerable. “Fui el primer fotógrafo que llegó a Machuca (Segovia, Antioquia), luego de la masacre del 18 de octubre de 1998. Llegué a documentar la tragedia por la voladura del oleoducto por el ELN. Ocho días antes había estado en un campamento del ELN en un encuentro que había hecho la guerrilla con algunos personajes como ‘Pacho’ (Francisco) Santos, Sabas Pretelt de la Vega, Carlos Gaviria y Samuel Moreno, en las montañas de Antioquia, buscando la posibilidad de iniciar diálogos de paz con ellos. Pero una semana después consumen la tragedia de Machuca, entonces no continuaron la idea del proceso de paz”. Jesús Abad Colorado Foto:Ataque de los paramilitares en El Aro, (Ituango –Antioquia). 15 personas muertas, 51 viviendas quemadas. La OEA condenó al Estado por la complicidad de militares en la masacre. Noviembre de 1997. Sus imágenes le dieron la vuelta al mundo: relataban la desolación y melancolía de horribles crímenes como el de Bojayá, las matanzas en el Atrato, Mapiripán o Chigorodó. Además volvió a fotografiar, en 1998, otro siniestro en el municipio de San Carlos, el lugar de donde su familia fue desarraigada también por la violencia. Reportó los desplazamientos de comunidades en el Urabá o el Magdalena Medio. En fotos quedó el desgarrador dolor de quienes perdieron a un ser querido por haber sido considerado objetivo militar. También, en años recientes, el asesinato por parte de las Farc de un líder indígena de 74 años llamado Lisandro Tenorio Trochez. Lo llamaban el ‘Mayor Lisandro’, dirigente espiritual y político del cabildo de López Adentro, en zona rural de Caloto (Cauca). “Matar un guía espiritual de una comunidad indígena es como matarle el alma a un pueblo. Documentar un hecho de esos, y viajar con líderes indígenas a contar esa historia, eso mueve la conciencia”, describe. Por eso, aclara él, son tantas las imágenes que su ojo ha seleccionado que le es imposible describir cuál sea la más especial o más impactante de su acervo. Todas para él son importantes, y si las registró fue en señal de que no quería dejarlas en el abandono. “…Y así, en medio del olvido, han vivido a lo largo de la historia muchas comunidades. Pero esas comunidades preferirían vivir así, lejos, en el olvido, pero sin violencia. Cuando vienen grupos armados o grupos económicos interesados en la tierra, la gente sabe que con el paso de los años viene el tema de la violencia”, reflexiona. ***** Aunque poco le gusta hablar de sus secuestros, Jesús Abad Colorado reconoce que es uno de los mayores riesgos de su oficio periodístico, aunque añade que son apuros que sufren otras profesiones, como los bomberos. La primera vez que fue retenido sucedió en diciembre de 1997. Había sido citado, junto con colegas de Teleantioquia, para reportar la liberación de seis alcaldes plagiados por las Farc. “Lo que hicieron fue no liberar los alcaldes, sino que como no habían dado tanta noticia, secuestraron a los periodistas para generar mas bulla sobre el hecho que ellos estaban cometiendo. Es un hecho muy doloroso ser secuestrado durante una semana por parte de esta organización. Del 12 al 19 de diciembre. No solo ocasiona el daño a los medios, sino a la sociedad, a nuestras familias”. El segundo secuestro fue también traumático. El ELN, en octubre de 2000, lo retuvo durante tres días luego de sorprenderlos en un retén hecho en el peaje de El Santuario, a una hora de Medellín. Uno de sus compañeros de cautiverio, el policía Mauricio Yacue, fue luego asesinado por los subversivos. “Asesinan a un indefenso policía que estaba en cautiverio. Eso debería ser llamado un crimen de lesa humanidad”. Jesús Abad Colorado (Archivo) Jesús Abad Colorado tras su secuestro a manos del ELN. Poco después Jesús Abad empezó a trabajar como independiente. “Así uno tiene la posibilidad de compartir un poco más con la gente y decidir dónde quiero ir a buscar historias. Hago historias  no solo para publicar, sino que me gusta montar exposiciones fotográficas donde uno pueda contar la historia más completa. 30 o 40 imágenes que no solamente son hechos de violencia, a veces uno está contando temas de educación, comunidades campesinas en Colombia”. Gracias a aquella independencia, en febrero de 2005 se convirtió en el único foto-reportero que cubrió la masacre de San José de Apartadó. “Yo llego al lugar tras cinco días de la tragedia, pero soy el único que asistí porque ningún otro medio de este país quiso ir, pues en medio de ese proceso con Álvaro Uribe y al Seguridad Democrática, aquí contar la historia de siete muertos u ocho muertos en San José de Apartadó pues no valía la pena. Muchas veces es el volumen de muertos el que mide si un noticiero o periódico va”. Su secreto en el ejercicio fotográfico ha sido no solamente obturar su cámara. “Antes de hacer clic, hay toda una historia y un proceso de reflexión sobre la historia que rodea el hecho. No solamente se hace ese trabajo en memoria de los ausentes o los que han perdido la vida o desaparecido, sino también en memoria de los despojados, los desplazados (…) Trato de conectar el ojo con el corazón, y con lo que he vivido, con las voces, llantos y lágrimas de personas que me ha tocado documentar, es tratar de hacer paréntesis y hacer exposiciones. Con mi trabajo también hablo de la capacidad de resistencia, del coraje de nuestras victimas y campesinos”. Jesús Abad Colorado Foto: Masacre de 18 personas en Chigorodó, Antioquia, a manos de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá. Agosto 1995. Jesús Abad no estudió fotografía, dice no saber trabajar con luces o sombrillas de estudio. Tampoco manejar Photoshop ni técnicas modernas de edición. “Lo que aprendí fue a ver este país, y mi trabajo es que a partir de la imagen trato de que la gente cambie su mirada sobre los hechos que han sucedido en el país”. Confiesa tener agotamiento y un corazón lacerado, herido por retratar tanto dolor a lo largo del país. No es cansancio de seguir retratando la guerra. Es tristeza porque sigue encontrando este tipo de imágenes a donde quiera que vaya. Pero Jesús Abad, ante todo, guarda la fe en que pronto la saga de violencia termine en el país, y recuerda las enseñanzas de su admirado Héctor Abad Gómez, que cuando escribía como columnista enseñó que los errores se pueden corregir y evitar. “A pesar de haber visto muchas veces el infierno en este país, nunca he perdido la esperanza”. Twitter: @david_baracaldo
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