Con salsa romántica de fondo a bajo volumen, pasando las hojas de un álbum de fotos en las que aparece con el amor de su vida, en la salita de la pequeña casa que levantaron entre los dos. Así pasa las tardes Ángel Alberto Duque recordando los días de amor desenfrenado que vivió con su pareja, otro hombre con quien compartió 10 años. Después de 14 años de ausencia aún guarda bastantes recuerdos.
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Así encontramos cómodamente en su casa a Ángel Alberto, hombre tranquilo, de 61 años de edad, quien no pierde el sutil sentido del orden y la limpieza de su hogar. Causa sorpresa que viva solo y pueda mantener estrictas normas de aseo para su casa.
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Sin pena manifiesta que en los últimos años de convivencia en unión libre con su pareja cocinaba, planchaba, lavaba y barría, oficios que no ha dejado de hacer, y que dice los hace con gusto. Catorce años después de estar al cuidado de su ser querido y verlo morir en su lecho, Ángel está a punto de convertirse en el primer homosexual colombiano al que un organismo internacional le reconozca sus derechos civiles.
El caso de Ángel Alberto se parece bastante a los de muchas mujeres en el país quienes después de haberse dedicado varios años al hogar y a atender a sus parejas, quedan totalmente desprotegidas por ausencia del marido.
En la foto aparece Ángel Alberto Duque con su pareja, Oscar Jiménez, ya fallecido.
“Cuando me quedé sin empleo, él me dijo que pasara más tiempo en el hogar y que no consiguiera más trabajo, que me iba premiar por haberme portado tan bien todos esos años junto a él. Ahí empezó a apoyarme económicamente”, dijo.
Al morir Oscar Jiménez, Ángel relata que no tenía siquiera para el mercado, y a sus casi 50 años de edad en ese momento sabía que no le iba quedar fácil encontrar un empleo después de haber dejado su cargo de operario de planta para cuidar a su pareja, quien murió por culpa de un cáncer de páncreas.
Sin embargo, el problema no era sólo su edad, su salud se podía deteriorar en cualquier momento, su cuerpo es VIH positivo, por lo que además del sustento diario, Ángel no podía dejar de tomar la costosa droga para lograr controlar el mortal virus.
Por los años que había permanecido al lado de Oscar, algo le decía que tenía derecho a reclamar la pensión de sobreviviente, como cualquier pareja heterosexual, pues él se fue sin dejar un pariente cercano quien la pudiera solicitar, pero en el 2001 no había leyes ni jurisprudencias que le permitieran siquiera soñar con esa realidad.
“Al fallecer mi pareja quedé desamparado, pues no tenía derecho todavía a mi pensión y ahí solicité la pensión de sobreviviente, aunque mi pareja todavía estaba haciendo aportes, pero me la negaron, pues en ese momento, en el 2001 no habían salido la ley que le garantiza a las parejas del mismo sexo también la pensión sustitutiva. En ese momento éramos discriminados.
(…) Fue una época en la que quedé sumido en la tristeza absoluta, pasé por momentos muy precarios, pues me la pasaba pensando cuándo será que viene una infección y me mata. Entonces empecé a bajar de peso, de 72 kilos pasé a 46, pero sin embargo enviaba hojas de vida y dispuesto a que me saliera cualquier trabajo”.
Ángel relata que pasó un año sin tomar los medicamentos recetados para el VIH, pero finalmente su hijo de 21 años en ese momento le tendió la mano. “Mi hijo en ese momento vivía con su actual esposa, me colaboraba con lo que podía, junto con una hijastra que tuve, o sea pagar el arriendo donde yo vivía y la alimentación, pero no me podían ayudar con los gastos del tratamiento de salud”.
En ese momento y con la asesoría del abogado Humberto Rincón Perfetti interpusieron una tutela pero la negaron bajo el argumento que la ley sólo autorizaba la pensión de sobreviviente para las parejas heterosexuales.
“En ese momento el abogado me dijo que enviáramos el caso a una instancia internacional, a ver si allá nos respaldaban. Me lo preguntó y le dije que sí. Sin embargo, él me advirtió que eso se iba a demorar un buen tiempo para que la respondieran. Efectivamente se demoraron seis años en respondernos sobre la admisión de la demanda”.
No obstante, Ángel Alberto corrió con suerte, pues su hijo consiguió un trabajo estable y lo pudo afiliar a salud, y de esa manera pudo retomar el tratamiento contra el VIH.
A estas alturas del relato, Ángel reveló uno de los aspectos de su vida del que poco habla y trata de mantener en secreto. Antes de convivir con Oscar vivió en unión libre con la mamá de su hijo por varios años, pero nunca la amó, asegura que tampoco la deseó como mujer, sólo trató de aparentar una relación heterosexual que anduvo buscando por algún tiempo, en un momento de rabia y desesperanza por su condición de homosexual. Todo lo causó un desamor en su época de adolescencia, un sueño y una promesa con otro joven que nunca se cumplió.
Después de seis años de haber sido radicada la demanda contra el Estado colombiano, debido a que la justicia en el país no lo tomó en serio, obtuvo una respuesta de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. De hecho, se convirtió en la primera demanda de estas características aceptada por ese alto tribunal extranjero interpuesta por un colombiano.
Ángel viajó a Guatemala para entregar su testimonio en el proceso que instauró contra el Estado colombiano por denegación de justicia.
Sesión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para estudiar el caso de Ángel.
“Yo iba a Tegucigalpa con mucha expectativa y nerviosismo, primero porque era la primera vez que salía del país, y segundo porque iba a estar ante unos jueces de esa magnitud, pero los abogados con los que iba me dijeron que me tranquilizara, que hablara con sinceridad y desde el corazón.
(…) El sitio donde se llevó a cabo la audiencia era como el salón rojo del hotel Tequendama, delante de los jueces había tres mesas, una donde estaban los abogados que me representaban, en el centro estaban tres abogados de Washington de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quienes tenían que explicar por qué tomaron la decisión de recibir y aceptar la demanda y llevarla ante los jueces. En la otra mesa otros tres abogados que estaban en representación de la defensa de Colombia. Hacia atrás estaba el público, en el que había varias organizaciones nacionales e internacionales que defienden derechos de la comunidad LGBTI”.
Ángel señaló que en 20 minutos les relató a los magistrados presentes en qué consistía la demanda que interpuso y después fue interrogado por sus abogados.
“Posteriormente le tocó el turno a la defensa del país, y una muchacha abogada empezó también a interrogarme. Me preguntó que por qué demandé ante instancias internacionales a mí país, que con qué derecho lo hacía. Otro de los jueces pidió la palabra y me preguntó qué pretendía con la demanda, y respondí que quería que en mi país se reconociera la discriminación de la que fui objeto, que le ordenen a Colfondos que me reconozca la pensión de sobrevivencia desde el momento en que mi expareja falleció, y que se ordene al estado colombiano legislar para dar más protección a nuestra comunidad LGBTI, sobre todo para los que tenemos VIH y otras enfermedades ruinosas, y que el país regule más a fondo el servicio de salud”.
Finalmente Ángel aseguró que se siente positivo y esperanzado de que este caso salga a su favor, aunque tendrá que esperar varios meses más antes que la Corte Interamericana de Derechos Humanos resuelva a fondo la demanda y decida si el Estado colombiano tiene que indemnizarlo.
El amo de casa gay que llevó su historia a la justicia internacional
Mar, 08/09/2015 - 13:54
Con salsa romántica de fondo a bajo volumen, pasando las hojas de un álbum de fotos en las que aparece con el amor de su vida, en la salita de la pequeña casa que levantaron entre los dos. Así pas