Tomado de Verde, del periodista Pedro Claver Téllez. Intermedio Editores.
Carranza: aliado de guerra y artífice de paz
Víctor Carranza es el quinto zar de las esmeraldas que ha tenido Colombia en los últimos cincuenta años. Fueron sus antecesores, Pablo Emilio Orjuela, Mario Moreras Fajardo, Isauro Murcia y Gilberto Molina. Y, sin duda alguna, el más inteligente y poderoso. No sólo a nivel económico, sino porque ha superado todos los récords. A diferencia de sus antecesores, que murieron antes de los sesenta años, acaba de cumplir 75. A lo largo de treinta años de cruenta guerra, bien tras bambalinas o como valioso aliado, Carranza colaboró, de alguna manera, para ganarle la guerra a rivales tan fuertes y poderosos como Efraín González; Humberto Ariza, el Ganso; Francisco Vargas, don Pachito; Luis Murcia Chaparro, el Pequinés, y Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano. Fue un gran aliado de Molina en los años de la guerra y, muerto éste, en 1989, en vez de proseguir la guerra, se convirtió en el artífice de la paz. Ha sobrevivido, además, a dos atentados y a varios maleficios. “Don Víctor está ligado”, dijo a la prensa uno de sus allegados. Natural de Guateque, Boyacá, donde nació el 8 de octubre de 1935, no estudió sino hasta tercero de primaria. Dicen que a los nueve años ya negociaba con esmeraldas y morralla. Iba a los cortes, compraba y revendía. Empezó como guaquero, en 1954, a los 19 años, en las minas de San Juan, en Boyacá. En 1956, pasó a Buenavista. Y, en 1959, dos años antes del hallazgo de Peñas Blancas, se trasladó a Borbur y luego a Otanche. En esa gira conoció a dos personajes que, andando el tiempo, serían determinantes en su vida: Gilberto Molina Moreno y Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano. Tenían la misma edad: 25 años. Se hicieron amigos y empezaron a trabajar en los cortes de Parmenio Molina, tío de Gilberto, que era uno de los planteros más solventes. “En esa época, uno encontraba esmeraldas de aluvión en todas partes: en los caminos, en los pedregales, en las quebradas”, reveló Molina a un periodista. “Don Julio Rincón, se hizo rico de la noche a la mañana. Encontró una esmeralda tan grande como un panela. Y así la bautizaron: la Panela”. Molina recordaba que una noche, mientras bebían en una cantina de Borbur, Carranza dijo: “Tengo un presentimiento. Aquí va a pasar algo raro. Para bien y para mal”. Pedro Cláver Téllez cubrió para la revista Cromos la guerra de las esmeraldas. Verde (Intermedio Editores) es la reedición de su libro sobre ese episodio de la historia del país. Y no estaba equivocado. En 1961, cuando apenas tenía 26 años fue, junto con Molina y Gonzalo Rodríguez Gacha, uno de los beneficiados con el famoso hallazgo de Peñas Blancas. El más grande del mundo. Una verdadera conmoción nacional. Hallazgo que dio origen al surgimiento de los primeros grandes capos, a una serie de guerras y enfrentamientos fratricidas que duró treinta años y dejó cerca de diez mil muertos. En 1963, Carranza tuvo su primer contacto con el Estado: obtuvo una concesión para explotar la mina de Mundo Nuevo, en Ubalá, Cundinamarca. En 1969 se “enguacó a lo grande”. Su fama traspasó los límites del país cuando encontró en Las Cruces, Gachalá, la esmeralda más grande del mundo hasta ese momento: la Emilia. Sin embargo, resultó ser una simple “morralla”, es decir, grande pero sin valor comercial. En 1973, después de una prolongada guerra de doce años, el gobierno de Misael Pastrana Borrero creó la Empresa Colombiana de Minas, Ecominas, y determinó la concesión de las minas de esmeraldas de Coscuez a Esmeracol, las de Quípama a Tecminas (firma de Molina y Carranza) y a Coexminas, las de Muzo. La guerra se agudizó entre 1977 y 1989. Se calcula en tres mil quinientos el número de muertos. Ese tramo de la guerra terminó con la masacre de Sasaima, el 20 de febrero de 1989, en donde fueron asesinados Gilberto Molina y sus 17 guardaespaldas y testaferros. Ese día, Víctor Carranza se convirtió en el sucesor natural de Molina y en nuevo zar de las esmeraldas. Pero, al contrario de sus antecesores, no pensó en la venganza, sino en la paz. “Esta vaina no puede continuar. No más guerra”, dijo Carranza. “Tenemos que pensar en un acuerdo, tenemos que pensar en la paz”. Guateque, Boyacá, donde nació Carranza el 8 de octubre de 1935. Y, en julio de 1990, logró que se pactara un acuerdo de paz, del cual se cumplen veinte años, y en la actualidad domina el mundo de las esmeraldas en Colombia. Por otra parte, Carranza ha sido un contrincante poderoso en la lucha contra la guerrilla de las farc, que hay tanto en esa zona del Occidente de Boyacá como en el norte de Cundinamarca. Algunos lo consideran el jefe de un poderoso ejército paramilitar. Y esa sindicación, aún no comprobada, ha puesto en peligro su vida y la de su familia. El 7 de julio de 1989, una bomba semidestruyó las instalaciones de su firma Tecminas y uno de sus sobrinos fue asesinado tres días más tarde. Y en los últimos tres años ha sobrevivido a dos atentados en los que se utilizaron explosivos y armas poderosas. No obstante, Carranza sigue vivo y Tecminas continúa siendo la empresa minera y comercializadora de esmeraldas más grande del país. Hay muchas leyendas a su alrededor. Es considerado un guaquero con “suerte sobrenatural”. Hace unos años vendió una esmeralda del tamaño de una copa de aguardiente por tres millones de dólares. Es el dueño de las dos esmeraldas más grandes y valiosas del mundo, denominadas Fura y Tena, bautizadas así en homenaje a los primeros pobladores míticos de la zona esmeraldera y del cerro del mismo nombre, abierto a tajo por el río Zarbi o Minero, que es el cerro sagrado de los muzos y perpetúa el nombre de sus creadores. Una auténtica maravilla natural, en cuyos alrededores se encuentran las serpientes más venenosas y las mariposas más bellas del mundo, entre éstas una de siete colores. Gilberto Molina estaba con Carranza el día que tuvo el presentimiento más importante de su vida: el hallazgo de Peñas Blancas. Como sus antecesores, es un criador de caballos de paso fino, entre ellos Papillón, un trotón galopero de fama internacional. Es, como ya dijimos, el socio mayoritario de Tecminas, Esmeracol y Coexminas, las ganaderías Nare y La Cristalina, la carbonera La Argelia y Grumicol, de piedra caliza. Promovió la creación de la primera Bolsa Mundial de Esmeraldas, y es uno de los artífices de las exportaciones del sector, que en los últimos años supera los quinientos millones de dólares. El 18 de octubre de 1993, el Ministerio de Justicia le dictó orden de captura, sindicado de enriquecimiento ilícito, pero salió libre en menos de un año. También se lo sindica de paramilitarismo, pero nunca se lo ha podido condenar. * * * Víctor Carranza ha sobrevivido a dos poderosos atentados y a varias grescas y trifulcas armadas a lo largo de su vida. El primero fue el 4 de julio de 2009, en la vía entre Puerto Gaitán y Puerto López, en el Meta. El otro, el 28 de marzo de 2010. En ambos, sus enemigos actuaron con un modus operandi similar. Y en ambos utilizaron rockets. Pero, sin la menor duda, el segundo atentado ha sido el más impresionante que haya sufrido alguien en la historia del país. Como en una película de acción, el grupo atacante encañonó primero al conductor de un carrotanque lleno de nafta que transitaba por la vereda Murujuy, en la vía Puerto López-Villavicencio. Lo bajaron y le hurtaron el vehículo. Con el pesado camión en marcha y a una gran velocidad embistieron a una camioneta Prado azul, el primero de los cinco vehículos que conformaban la caravana en que se movilizaban Carranza y dos de sus hijos. La camioneta se volcó sobre la vía y el carro en que se movilizaba el zar de las esmeraldas, que le seguía, tuvo que frenar. Víctor Carranza en el Reinado de Muzo. —Yo venía en el segundo carro —contó Carranza días después—. Y de pronto aparecieron varios hombres con uniformes azules que abrieron fuego contra nosotros. Del carrotanque y de otros vehículos que estaban detrás descendieron varios hombres que disparaban contra la caravana. Los guardaespaldas de Carranza reaccionaron y se produjo un intenso tiroteo en plena carretera. Mientras tanto, los otros carros dieron marcha atrás hacia Puerto López. —Llovía plomo de todas partes —dijo un testigo—. Los asaltantes les dispararon rockets a las camionetas. La versión fue confirmada por el comandante de la Policía del Meta, coronel Marco Tulio Avendaño. Otras fuentes indicaron que los vehículos de Carranza fueron atacados también con granadas. Producto de la balacera resultaron heridos tres guardaespaldas de Carranza, uno de ellos ex agente de la Policía, quienes fueron trasladados de inmediato a centros asistenciales de Villavicencio. Carranza, que mantiene una guardia especial de doce escoltas y una caravana de carros blindados, dijo en esa ocasión a los medios que teme por su vida. Lo que no dijo, ni las autoridades han podido esclarecer, es quiénes fueron sus agresores. Hasta el momento, los investigadores no han logrado establecer la verdad. Solo conjeturas. Para algunos se trataba de una pelea casada entre Carranza y uno de los narcotraficantes más buscados del país: Pedro Oliverio Guerrero Castillo, alias Cuchillo. Según investigadores de la Policía, Carranza es propietario de muchas tierras en esa región del país. Se trataba de un vecino incómodo que dificultaba, en cierta forma, los negocios del narcotráfico y esa era una situación que a Cuchillo no le convenía. “En los Llanos se habla de un negocio por el control de las tierras”, dijo un alto oficial de la Policía. En ese negocio están involucrados narcos de la región. Dicen que Cuchillo le había vendido un área de control a miembros de la oficina de Envigado. El negocio se habría pactado por un millón de dólares. Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, Gilberto Molina Moreno y Carranza tenían la misma edad, 25 años. Los tres eran amigos y trabajaron en los cortes de Parmenio Molina, tío de Gilberto. También se especula que estos atentados tienen relación con un caso ocurrido en octubre del 2007. El 17 de ese mes fue asesinado en Guatemala el próspero comerciante de esmeraldas Yesid Nieto, que, según dicen, se había consolidado como el nuevo zar del negocio. A partir de ese asesinato se han registrado otros episodios similares, incluso en Bogotá. Se cree que el asesinato de Nieto es el detonante de la nueva violencia que se vive en el interior de esa actividad comercial. Carranza manifestó al respecto que Yesid Nieto “trajo problemas al sector porque introdujo la corriente del narcotráfico”. Y dijo que él mismo lo había denunciado y entregado pruebas a las autoridades de la región, es decir, donde estaban localizados los cultivos ilícitos, materia prima de la nueva incursión del narcotráfico en el comercio de las esmeraldas. Y Carranza asegura que está también en la mira de las farc y de los paramilitares porque, según él, se ha negado a darles la colaboración que le han pedido.