¿Cómo se vive sin televisión, supermercados ni médicos?

Mié, 03/04/2013 - 17:00
Tatiana Vertani, fotógrafa, decidió hace diez años que su vida tomaría un rumbo diferente viviendo cerca a las montañas y acompañando cada causa ambiental que se le cruzara por el frente. Ella h
Tatiana Vertani, fotógrafa, decidió hace diez años que su vida tomaría un rumbo diferente viviendo cerca a las montañas y acompañando cada causa ambiental que se le cruzara por el frente. Ella hace parte de una corriente que cada día tiene más adeptos: renunciar al sistema. Acaba de cumplir 30 años y siente que su vida tiene un rumbo definido: el verde. Es el color que la identifica. Es lo que quiere mirar, sentir y oler. Hoy llega en una moto, un medio de transporte que usa de vez en cuando, y que venía conduciendo desde Villa de Leyva. A pesar del viaje no está cansada y por el contrario nos narra con entusiasmo su historia. Tatiana Vertani, Kienyke En este Renault 4 recorrieron el país para presentar cine ambiental y sensibilizar a las personas.  Todo comenzó con un Renault 4 que “recicló” con su novio, un publicista que comparte con ella su visión verde de las cosas. El carro fue adecuado con un sistema de hidrógeno que le permite consumir un 40 % menos de gasolina. “El Renault ecológico” también fue pintado con imágenes de bosques y ríos para emprender un viaje por distintos sitios de Colombia: desde Cundinamarca hasta la Sierra Nevada de Santa Marta y así poder proyectar cine ambiental en los parques. “Llevábamos un video beam y con el equipo de sonido instalado en el carro y una pantalla hecha con tubos de PVC proyectábamos cine ambiental como la Abuela grillo o documentales de Peta o de National Geographic”. Después del carro, Tatiana dice que “la Tierra los llamó” y quisieron irse de Bogotá. “No soportamos más la ciudad”. Encontraron que a Villa de Leyva llegaban muchas personas de la ciudad que habían migrado para vivir en comunidades como el Arca Verde. “Yo tuve una época en la que me empelotaba por las causas, pero después pase a un activismo más enfocado a mi estilo vida. Pensamos que es mejor un lugar donde difundamos un proyecto de comunidad con buenas prácticas medioambientales”. Tatiana Vertani, Kienyke Tatiana decidió renunciar a una vida de consumo para irse a vivir más cerca a la naturaleza y producir sus propios alimentos.  Tatiana aprendió a cultivar y a hacer sus alimentos: mantequilla, tortas, pan, quesos, mermelada, ajonjolí, granola y otras comidas que le hicieron más fácil dejar de depender del dinero y comer una dieta orgánica. Después vendría el truque, otro estilo de vida alternativo. De esta forma mientras alguien produce shampoo orgánico alguien se lo cambia por mano de obra en alguna construcción u otro objeto. “Son muchas las personas que están en esta corriente y que viven de otra forma, por eso es posible ayudarnos y aprender siempre algo nuevo”. La ideología ecológica de Tatiana aumentó con su contacto con los Kogui, a los que ayudó a difundir su marca de café orgánico a través de fotos y videos. “Trabajamos a su ritmo. Aparecen y desaparecen, pero nos enseñaron a respetar a la verdadera Madre. Ellos sí la tienen súper clara porque respetan cada bosque que talan. Están muy conectados y le piden a la tierra permiso antes de hacer cada cosa”. La rutina de una persona verde Tatiana se acostumbró al campo y por eso se acuesta a las 9 de la noche, y se levanta a las 6 de la mañana. Medita un rato o camina. Después le dedica alrededor de cuatro horas a labrar la tierra, la huerta o la construcción ya sea de un baño seco o de una maloka. En la tarde hace un rato de activismo por redes sociales o sus páginas web y “como aún no se han salido del sistema” se sientan a trabajar unas dos horas en algunos proyectos de publicidad, cine o fotografía. En la noche no hay televisión. Pueden ver cine de vez en cuando, pero la idea es desenchufarse por completamente de lo masivo. Hace varios años también ella, su novio y varios amigos abandonaron el sistema de salud. “Somos lo que comemos y nosotros nos nivelamos con eso. Muchas personas ya no vacunan a sus hijos y nunca se enferman porque comen saludable”. Tatiana Vertani, Kienyke "Cada día conozco más  personas que deciden cultivar sus propios alimentos, no ver televisión, dejar de comprar en el supermercado y no ir al médico", dice Tatiana. Hace un tiempo Tatiana escuchó algo que la sorprendió. Su familia nunca ha cuestionado su modo de vida, pero tampoco se ha adherido a este. Sin embargo, el día que en plena reunión familiar, su tío el abogado, el que más respeto tiene y el que mayor “fortuna ha hecho”, les dijo a todos que “Tatiana era la única que tenía la verdad. La que sí estaba haciendo bien las cosas”, ella no se lo esperaba y cree que el resto de su familia tampoco. “Seguramente pensaban que era una loca, pero poco a poco ven que estoy desarrollando muchos proyectos y que vivo feliz”. El sueño de la villa Tatiana, que lleva años aprendiendo de cultivos, métodos de reforestación y ecoaldeas tuvo un sueño que se hizo realidad hace poco: tener su propia villa Gaia. “He aprendido mucho de permacultura, que es un método  para emular ambientes naturales y en el que el bosque es el profesor. La villa queda en Santa Rita (cerca a Villa de Leyva), un sitio muy importante en yacimientos de agua y tendremos un bosque para cuidar porque sólo vamos a tumbar una parte pequeña de los árboles. Allí entenderemos que los monocultivos crean sobrepoblación de una planta, por eso surgen plagas para controlarlos. Después llega el hombre y los fumiga y terminamos comiendo veneno”. Además del área de conservación forestal, en este sitio Tatiana continuará con una escuela de sustentabilidad en donde les enseñan a las personas a través de talleres a vivir de forma sostenible con sus propios alimentos y sin depender del sistema económico. Tatiana Vertani, Kienyke Tatiana compró  hace poco un terreno para crear una villa de 20 viviendas. Las casas deben ser construidas en materiales como barro, guadua o piedra y los baños no podrán tener sistema de aguas, sino que deberán ser secos. Después de visitar distintas ecoaldeas del país cree que en algunas de estas el punto solo ha sido irse a vivir al campo, pero seguir haciendo mercado en los supermercados. “Nosotros todavía hoy dependemos del sistema económico, pero sí logramos ahorrar mucho cuando plantamos los alimentos y hacemos la comida. Por ejemplo, la gente sabe que vendemos granola y como les gusta lo orgánico nos la compran. Por eso tenemos un mercadito que en cierta forma sobrevive del trueque”. La idea en esta villa es que haya más independencia, pero también reglas como la construcción con materiales ecológicos como piedra, madera, guadua o barro. También la hechura de baños secos; unas cajas que duran alrededor de seis meses y que deben ser tapadas con arena o aserrín y que se cambian cuando la materia fecal ya es tierra. La orina va en otra caja y así disminuyen los olores. “Nos estamos cagando en el agua potable. Solo el 3 % del agua de la Tierra es agua potable y el 2% está congelado y eso es algo muy grave que pasamos como si nada”. Otra de las áreas de este sitio es una biopiscina (una especie de lago con plantas que lo purifiquen), una casa con solar y una panadería, así como una huerta. “Si hacemos algo bonito y chévere la gente puede comprar algo más económico. Lo primero que haremos será plantar árboles frutales y hacer el centro de sustentabilidad que es lo que queremos que la gente vea. Si nos sobra plata con este proyecto me encantaría comprar bosque alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta para apoyar el tema indígena y que no suba la deforestación allí.” Aunque Tatiana nunca se ha sentido apartada de la sociedad por vivir de otra manera, sí es escéptica sobre una parte de la  “comunidad verde”. Opina que hay gente muy activista, que poco tiempo después vuelve a tomar Coca Cola porque en realidad es muy difícil cambiar todos los hábitos. A pesar de eso el movimiento crece cada día más en las ciudades del país o fuera de ellas. La razón por la que tantas personas se adhieren a esta corriente según Tatiana es fácil: “Mira yo me antoje de un iPhone, pero  a los cinco minutos ya me daba igual. Así hay mucha gente que va sintiendo que eso no lo hace feliz y de pronto cuando estás cerca a la naturaleza sientes mucha paz y tranquilidad, ahí se cae todo lo que nos han enseñado y comienzas a buscar otras cosas".
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